miércoles, 11 de febrero de 2009

Sobre la belleza (texto)

(1998. Texto temprano donde aparecen mis primeras intuiciones sobre la naturaleza de lo bello que posteriormente estudiaré con mayor profundidad desde la filosofía y la biología.)


SOBRE LA BELLEZA

El hombre siempre ha admirado la belleza. Tras esta admiración existe también un deseo de posesión. Poseer belleza: admirar y ser admirado. La belleza es un bien en sí mismo. Lo que se considera como bello es relativo. La filosofía tradicional ha estado siempre más preocupada por la búsqueda de la verdad o lo verdadero, pero en la vida real esto no parece ser lo primordial. La experiencia enseña que la gente prefiere una mentira atractiva (dejándose engañar conscientemente), a una verdad desagradable.
El hombre despierto sabe que en la realidad la verdad y la mentira se entremezclan infinitamente. Este hombre no quiere la verdad, quiere la belleza.


I. LA REBELIÓN DE LOS FEOS.

Como punto de partida debemos aceptar el siguiente postulado: La belleza seduce. La seducción es un poder, por lo tanto la belleza implica la posibilidad de controlar un poder. La idea de lo que es bello es relativa a un determinado grupo humano (ideal de belleza). En dicho grupo se distinguen dos sub-grupos: los que se acercan al ideal (los bellos) y los que se alejan de ella (los feos). Los bellos tienen la ventaja de la seducción sobre los feos. Existe un orden vertical dominantes-dominados.

Los desprovistos de belleza, al encontrarse en desventaja buscan una salida para mejorar su situación, entonces se apoyan en la invención de la estética del alma. Esta estética puede existir a partir de la aceptación de otras estéticas metafísicas tales como la estética del lenguaje (poesía) o de la música. Además se aprovecha la aceptación “a priori” casi universal de la existencia del alma. La belleza entonces es sustraída de su condición material y es reconocida como una cualidad del alma. Ésta, inmaterial e invisible es ahora también bella. Después sigue una campaña de desprestigio contra la belleza física argumentándose que es más importante la belleza del alma, ya que ésta es supuestamente inmortal, lo que se opone a la belleza corporal que está condenada a un inevitable deterioro. Estos argumentos a favor del alma inmortal son indemostrables y a la vez indiscutibles, (en el sentido estricto del término), estructurándose como un tipo de fe.

La belleza física es ahora sospechosa y algo de lo que se debe desconfiar. Mediante este artificio los feos consiguen una belleza de segundo orden que los ayuda a subir peldaños en la escala del poder y acercarse a los bellos quienes ya han sido desprestigiados.


II. LA FRIVOLIDAD CONSCIENTE.

Toda persona bella está expuesta a ser calificada como frívola. Nada hay más terrible que el resentimiento que la mujer fea siente hacia la mujer bella, a quien llamará frívola. Resentimiento que es, finalmente, envidia. El frívolo es vacío, hueco: La belleza sin contenido. Estas calificaciones se han extendido al punto de que el bello se avergüenza de su condición y cuando su apariencia es mencionada rápidamente busca algún calificativo metafísico socialmente aceptado para acompañarla: para que su belleza no quede “vacía”. Como si el ser bello no fuera suficiente.

Sin embargo, en muchos casos la frivolidad del bello va rodeada por un orgullo que puede desconcertar. Habría que preguntarse qué hay detrás de este orgullo. Cabe la posibilidad de que detrás de esta frivolidad exista un estado de consciencia de ser bello. Al estar seguro de su imagen, el bello no quiere (no necesita) proyectar ninguna estética (complaciente) del alma. Su belleza basta. La seducción mediante la estética del alma es un recurso de segundo orden necesario para los que carecen de belleza física. El frívolo consciente quiere separarse y ser reconocido como un ser que no necesita recursos internos para seducir.


III. LA RESPONSABILIDAD DE SER BELLO.

Todos nos convertimos en objetos estéticos desde el momento en que quedamos expuestos y somos vistos por el otro. Las imágenes agradables y desagradables que vemos a diario quedan registradas en nuestro subconsciente. Recuerdos y experiencias, inclusive metafísicas, quedan impresas como imágenes. La imagen remite a nuestras emociones y estado de ánimo. Una imagen bella siempre trae consigo al menos una pequeña felicidad. El entrar al campo visual del otro y convertirnos en objetos, nos hace responsables como elementos formadores del paisaje. Nuestra imagen quedará registrada y producirá una reacción automática en la percepción del observador. Somos responsables de lo que el otro ve. Quien es bello debe saber que su imagen va a producir un placer incontrolable y único en el observador. Frente a la gran cantidad de fealdad visual inevitable que existe en el mundo, la belleza no tiene derecho a descuidarse, es decir, a ser fea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario